No debemos olvidar que «Cristo nos enseña el arte de vivir»

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15 de agosto de 2011.- Fue la gran protagonista del Congreso de la Nueva Evangelización. Sor Verónica, la fundadora de Iesu Communio, rompió todo los protocolos y, en vez de saludar al Papa, besándole el anillo del pescador, se abalanzó sobre él y se fundió en un largo abrazo con un Pontífice entre sonriente y sorprendido. Un gesto sin precedentes, al menos con Benedicto XVI, que convirtió a la monja de La Aguilera en la estrella del congreso de lanzamiento del nuevo dicasterio, presidido por monseñor Fisichella, para la nueva evangelización.

En el aula Pablo VI atestada de más de 8.000 evangelizadores, Sor Verónica, además de abrazar al Papa, fue una de las que intervino con una ponencia. La única mujer. La única monja. Los demás ponentes, el obispo colombiano Fabio Suescun, el astrofíciso de CL, Marco Bresanelli, el escritor del Opus Dei, Vittorio Messori y el arzobispo Rino Fisichella.

Entre los presentes españoles, el cardenal Cañizares, el hermano de Sor Veronica, Raúl Berzosa, obispo de Ciudad Rodrigo, Adolfo González montes, obispo de Almería, Kiko Argüello, fundador del Camino o Julián Carrón, presidente de Comunión y Liberación. Encuentro de pensamiento, de oración y de música. Entre los músicos participantes, el tenor Andrea Bocelli, que deleitó a los presentes con varias obras, entre ellas el Ave María.

Pero la sala esperaba al Papa y le recibió enfervorizada. Benedicto XVI saludó y dirigió a los presentes un discurso, en el que diseñó las características de los nuevos evangelizadores. «El hombre no puede eludir los interrogantes relacionados con el significado de su ser y de la realidad, no puede vivir en una única dimensión», y sin embargo, «a menudo se aleja de la búsqueda de lo esencial, mientras que se le propone una felicidad efímera, que le satisface de forma pasajera, pero rápidamente deja un sentimiento de tristeza e insatisfacción».

De esta forma el Papa habló esta tarde a los participantes del encuentro «Nuevos evangelizadores para la Nueva Evangelización» que él mismo clausurará mañana con una celebración eucarística en la Basílica Vaticana. El Pontífice lamentó que también hoy en día la Palabra de Dios encuentre rechazo y hermetismo y formas de pensar y vivir que están muy lejos de la búsqueda de Dios y la verdad.

De hecho, como recordó Benedicto XVI, el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, que el mismo instituyó el año pasado, es un «instrumento precioso para identificar las grandes cuestiones que se plantean en distintos sectores de la sociedad y de la cultura contemporánea». Además también «está llamado a ofrecer una contribución particular a la Iglesia en su misión, sobre todo en aquellos países de antigua tradición cristiana que parecen haberse vuelto indiferentes, e incluso hostiles a la Palabra de Dios».

El Santo Padre manifestó que «ser evangelizadores no es un privilegio, sino un compromiso que proviene de la fe» y les pidió que fueran «signos de esperanza. Benedicto XVI subrayó también un aspecto importante de la fe es «la certeza consciente de que la Palabra de Dios siempre está viva, en cada momento de la historia, porque la Iglesia la actualiza a través de su fiel transmisión, la celebración de los sacramentos y el testimonio de los creyentes». Como en los inicios del Cristianismo, recordó el Papa, la Palabra de Dios continúa creciendo y difundiéndose por tres motivos. El primero de ellos, subrayó, es que la fuerza de la Palabra no depende ante todo de nuestra acción, de nuestros medios, de nuestra acción, sino de Dios.

El segundo motivo enumerado por el Pontífice es que la semilla de la Palabra cae en un terreno bueno que la acoge y produce fruto, porque «en el mundo aunque el mal haga más ruido, continúa habiendo buen terreno». Y el último de los motivos es que -como dijo el Papa- realmente el anuncio del Evangelio ha llegado a los confines del mundo, e incluso en medio de indiferencia, incomprensión y persecución, muchos continúan hoy en día, con valor, abriendo el corazón y la mente a la invitación de Cristo de encontrarle y convertirse en sus discípulos.

(RV/RD)

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