La diversidad no es una amenaza

13 de enero de 2015.- El Santo Padre Francisco llegó a Sri Lanka a las 8.50, hora local —correspondiente a las 4.20 italiana—, del martes 13 de enero. En el aeropuerto internacional de Colombo, donde tuvo lugar la ceremonia de bienvenida, el Pontífice fue recibido por el recientemente elegido presidente de la República, Maithripala Sirisena, que le dirigió palabras de saludo y agradecimiento. Respondiendo al presidente, el Papa Francisco recordó el carácter esencialmente pastoral de su visita e invitó a superar rivalidades y discordias para promover un proceso de reconciliación y de paz en el país.

«Como Pastor universal de la Iglesia católica –dijo– he venido para conocer, animar y rezar con los fieles católicos de esta isla. Un momento culminante de esta visita será la canonización del beato José Vaz, cuyo ejemplo de caridad cristiana y respeto a todas las personas, independientemente de su raza o religión, sigue siendo una fuente de inspiración y enseñanza en la actualidad. Pero mi visita también quiere expresar el amor y preocupación de la Iglesia por todos los ciudadanos de Sri Lanka, y confirmar el deseo de la comunidad católica de participar activamente en la vida de esta sociedad».

Por la tarde el Papa se reunió con los representantes de las comunidades budista, hindú, musulmana y cristiana, reunidos en el «Bandaranaike Memorial International Conference Hall» de Colombo. Dirigiéndose a ellos el Pontífice exhortó a todos a vivir en armonía sin «renunciar a su identidad, ya sea étnica o religiosa» y a no «permitir que las creencias religiosas sean utilizadas para justificar la violencia y la guerra».

«Que el creciente espíritu de cooperación entre los líderes de las diferentes comunidades religiosas –deseó el Papa– se exprese en el compromiso de poner la reconciliación de todos los habitantes de Sri Lanka en el centro de los esfuerzos por renovar la sociedad y sus instituciones. Por el bien de la paz, nunca se debe permitir que las creencias religiosas sean utilizadas para justificar la violencia y la guerra. Tenemos que exigir a nuestras comunidades, con claridad y sin equívocos, que vivan plenamente los principios de la paz y la convivencia que se encuentran en cada religión, y denunciar los actos de violencia que se cometan».

(L’Osservatore Romano)

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