21 de diciembre de 2015.- Muchos recuerdos, muchos abrazos y una despedida; la que la diócesis dio ayer al arzobispo electo de Barcelona y al aún administrador diocesano de Calahorra y La Calzada-Logroño. Era a las cinco y media de la tarde cuando en torno a dos mil fieles se congregaban en el colegio de Santa Teresa de Jesús para comenzar el acto que tenía una doble función: la apertura del Año Jubilar dedicado a la Misericordia y el adiós de don Juan José Omella como pastor de la diócesis riojana.
Casi doce años habían pasado desde que el 29 de mayo del 2004, con las campanas repicando a día de fiesta, tomase posesión de su cargo en la catedral de Calahorra. Decidió «hablar con el corazón», dijo. «Recuerdo cuando entré por primera vez a esta catedral, que me pareció enorme. Recuerdo lo pequeño que me sentí», explicó haciendo un pequeño balance de estos últimos doce años.
«Me voy con la satisfacción de haberme sentido cómodo y pido perdón por todas esas veces que os he fallado porque no soy santo», alegó mientras recordaba su última visita, la semana pasada, a Roma y su encuentro con el Papa Francisco. «Le pregunté que qué iba a hacer yo que soy tan rural en una ciudad tan grande como Barcelona y él sólo me dijo: ‘pastoree, ame a sus ovejas’», recordó aún impresionado.
«Gracias, de verdad, por estos años que he pasado con vosotros en una Diócesis de unos 300.000 habitantes. Sois valientes en vivir la fe en tiempos difíciles y me habéis ayudado». Ha indicado que se va a una ciudad grande, con 2,6 millones de habitantes, pero le toca «marchar para hacer la voluntad del Señor», como hizo cuando llegó a La Rioja procedente de la Diócesis de Barbastro-Monzón.
Una despedida emotiva delante de los patronos de la ciudad en la que aseguró «seguiré rezando siempre por los riojanos».
(Agencias / Iglesiaactualidad)
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