Saludo del Santo Padre a la peregrinación jubilar de los Países Bajos

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15 de noviembre de 2016.- A las 10 horas de esta mañana, en el Altar de la Cátedra de la Basílica Vaticana, se ha celebrado la Santa Misa con motivo de la peregrinación de las diócesis de los Países Bajos en el Año Jubilar de la Misericordia.

Al término de la celebración eucarística, el Santo Padre Francisco se ha hecho presente en la Basílica y ha dirigido un saludo a los participantes en la peregrinación jubilar.

Ofrecemos a continuación las palabras del Santo Padre:

Palabras del Santo Padre
[texto original: italiano – traducción de Iglesiaactualidad]

Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra mucho saludaros aquí, en la basílica de San Pedro, con motivo de la “Jornada Holandesa” del Jubileo de la Misericordia. Es hermoso que hayáis venido juntos, pastores y fieles de todas las diócesis neerlandesas, en una peregrinación común a Roma. De esta forma manifestáis la vida y la comunión de la Iglesia en los Países Bajos y la unidad con el sucesor de Pedro.

El Año Santo hace que entremos todavía más en relación con Jesucristo, rostro de la misericordia del Padre. ¡Nunca llegamos a agotar este gran misterio del amor de Dios! Es la fuente de nuestra salvación: todo el mundo, todos nosotros necesitamos la misericordia divina. Nos salva, nos da vida, nos vuelve a  crear como verdaderos hijos e hijas de Dios. Y nosotros sentimos la bondad salvadora de Dios de forma particular en el sacramento de la Penitencia y Reconciliación. La confesión es el lugar en que se recibe en don el perdón y la misericordia de Dios. Aquí empieza la transformación de cada uno de nosotros y la reforma de la vida de la Iglesia.

Os invito a abrid vuestros corazones y dejad que os plasme la misericordia de Dios. Así seréis también vosotros instrumentos de la misericordia. Abrazados por el Padre misericordioso que nos ofrece siempre su perdón, seréis capaces de testimoniar su amor en la vida diaria. Los hombres y las mujeres de hoy tienen sed de Dios, tienen sed de su bondad y de su amor. Y vosotros también, “canales” de la misericordia, podéis ayudar a aplacar esta sed; podéis ayudar a tantas personas a volver a descubrir a Cristo, Salvador y Redentor de la humanidad; como discípulos misioneros de Jesús podéis “irrigar” a la sociedad con el anuncio del Evangelio y con la caridad, sobre todo con los más necesitados y las personas abandonadas a sí mismas.

Os confío a vosotros y a toda la Iglesia de los Países Bajos a la protección maternal de María Santísima, Madre de la Misericordia, y os bendigo de coración. Por favor, rezad también por mí.

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