Quién tiene el don de poder estudiar también tiene una responsabilidad de servicio para el bien de la humanidad

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Audiencia del Santo Padre a los participantes en el IV Congreso Mundial de la pastoral para los estudiantes internacionales

1 de diciembre de 2016.– Del 28 de noviembre al 2 de diciembre de 2016 se celebra en Roma el IV Congreso Mundial de la pastoral para los estudiantes internacionales provenientes de 36 países de los cinco continentes. El Congreso, promovido y organizado por el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerarios, tiene por tema: “Evangelii Gaudium del Papa Francisco y desafíos morales en el mundo intelectual de los estudiantes internacionales de cara a una sociedad más sana”.

A las 11.30 horas de esta mañana, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, el Santo Padre ha recibido en audiencia a los participantes en el Congreso mundial, y ha dirigido el siguiente discurso:

Discurso del Santo Padre
[texto original: italiano – traducción: Iglesiaactualidad]

Señores cardenales,
Queridos hermanos obispos y sacerdotes,
Queridos estudiantes,
Queridos hermanos y hermanas:

Os acojo con alegría con ocasión del IV Congreso mundial de la pastoral para los estudiantes internacionales, organizado por el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerarios. Agradezco al cardenal Presidente por haber introducido nuestro encuentro, y dirijo mi cordial saludo a los operadores pastorales y a los estudiantes universitario aquí presentes.

El tema de vuestro Congreso es muy interesante: trata sobre los retos morales en el mundo de los estudiantes internacionales, con miras a una sociedad más sana. Este es el objetivo a tener en cuenta: la construcción de una sociedad más sana. Es importante que las nuevas generaciones vayan en esa dirección y se sientan responsables de la realidad en la que viven y artífices del futuro. Las palabras de San Pablo tienen un fuerte atractivo y son un consejo para las nuevas generaciones de hoy, cuando recomienda a su joven discípulo Timoteo que de ejemplo a los fieles con la palabra, la conducta, el amor, la fe y la pureza, sin temor a que alguien tenga en poco su juventud (cfr 1 Tm 4,12).

En nuestro tiempo, los desafíos morales son muchos y no siempre es fácil luchar por la afirmación de la verdad y de los valores, sobre todo cuando se es joven. Pero con la ayuda de Dios, y con la sincera voluntad de hacer el bien, todos los obstáculos se pueden superar. Estoy contento porque, si estáis aquí, es para demostrar que los retos no os dan miedo, pero que impulsará a trabajar para construir un mundo más humano. Nunca parar y no os desaniméis, porque el Espíritu de Cristo os guiará, si escucháis su voz.

Al concepto moderno del intelectual, entregado a su propia realización y en busca de reconocimiento personal, a menudo sin tener en cuenta al prójimo, es necesario contraponer un modelo más solidario, comprometido con el  bien común y con la paz. Sólo así el mundo intelectual se vuelve capaz de construir una sociedad más sana. Quién tiene el don de poder estudiar también tiene una responsabilidad de servicio para el bien de la humanidad. El conocimiento es un camino privilegiado para el desarrollo integral de la sociedad; y ser estudiante en un país distinto del propio, en horizonte cultural distinto, permite aprender nuevos idiomas, nuevos usos y constructores. Consiente mirar el mundo desde otra perspectiva y abrirse sin miedo al otro y al diverso. Esto lleva a los estudiantes, y a  quienes  los reciben, a ser más tolerantes y hospitalarios. Aumentando las habilidades sociales, aumentando de la confianza en sí mismos y en los otros, los horizontes se expanden, la visión de futuro se ensancha y nace el deseo de construir juntos el bien común.

La escuela y la universidad es un ámbito privilegiados para la consolidación de una conciencia sensible hacia un desarrollo más solidario y para «desarrollar este empeño evangelizador de un modo interdisciplinario e integrador» (cfr Esort. ap. Evangelii gaudium, 134). Por esto, insisto a los maestros y a los agentes de pastoral en inculcar en los jóvenes el amor del Evangelio, el deseo de vivir de manera concreta y para anunciar a los demás. Es importante que el período de estancia en el extranjero se convierta en una oportunidad de crecimiento humano e intelectual para los estudiantes y sea para ellos un punto de partida para que regresen a su país de origen para dar su contribución competente y también  con el empuje interior para transmitir la alegría de la Buena Nueva. Es necesaria una educación que enseñe el pensamiento crítico y que ofrezca un proceso de maduración en los valores (cfr ibid., 64). De esta manera, se forman jóvenes que tienen sed de verdad y no de poder, listos para defender los valores y vivir la misericordia y la caridad,  pilares fundamentales de una sociedad más sana.

El enriquecimiento personal y cultural permite a los jóvenes integrarse más fácilmente en el mundo laboral, asegurándoles  un lugar en la comunidad y haciéndoles  parte integrante de ella. Por su parte, la sociedad está llamada a ofrecer a las nuevas generaciones  oportunidades de empleo válidas, evitando la llamada «fuga de cerebros». Que alguien elija libremente especializarse y trabajar en el extranjero, es bueno y fructífero; en cambio, duele que  jóvenes preparados se vean obligados a abandonar su país porque carecen de oportunidades adecuadas.

Pero aquí también vemos los aspectos negativos, tales como la aparición de determinados cierres, mecanismos de defensa en la cara de la diversidad, las paredes interiores que no le permite ver el hermano o hermana en los ojos y observe sus necesidades reales. Incluso entre los jóvenes – y esto es muy triste – puede arrastrarse la «globalización de la indiferencia», lo que nos hace «incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros» (ibid., 54). Así, sucede que estos efectos negativos repercutan en las personas y las comunidades. En lugar de ello, queridos amigos, apostemos  porque la forma en que vivís la globalización produzca resultados positivos y active grandes potenciales. Efectivamente, vosotros que pasáis tiempo lejos de vuestro país, en familias y contextos diferentes, podéis desarrollar una notable capacidad de adaptación, aprendiendo a ser custodios de los demás como hermanos y  de la creación como casa común, y esto es decisivo para hacer el mundo más humano. Los cursos de formación pueden acompañar y guiar a los estudiantes jóvenes en esta dirección, y pueden hacerlo con la frescura acontecimientos actuales y la audacia del Evangelio, para formar nuevos evangelizadores listos para infectar el mundo con la alegría de Cristo hasta los confines de la tierra.

Queridos hermanos, san Juan Pablo II le gustaba llamaros «centinelas de la aurora». Os animo a serlo cada día, con la vista puesta en Cristo y en  la historia. Así seréis capaces  de anunciar la salvación de Jesús y de llevar su luz en un mundo demasiado a menudo ensombrecido por la oscuridad de la indiferencia, del egoísmo y de la guerra. A todos os encomiendo a la maternal protección de María, nuestra Madre. Os bendigo a vosotros, a vuestros estudios, vuestras amistades y vuestro compromiso misionero. Y, por favor, no os olvidés de rezar por mí.

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