Audiencia del Santo Padre a la Comisión Caridad y Salud de la Conferencia Episcopal Italiana

fran_clementina

10 de febrero de 2017.- A las 12.20 horas de esta mañana, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a los participantes en el encuentro promovido por la Comisión Caridad y Salud de la Conferencia Episcopal Italiana, en la víspera de la XXV Jornada Mundial del Enfermo y con motivo del 20 aniversario de la Oficina Nacional para la pastoral de la salud.

Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa ha pronuncia durante la audiencia:

Discurso del Santo Padre
[texto original: italiano – traducción: Iglesiaactualidad]

Queridos hermanos y hermanas,

Os doy mi cordial bienvenida. Doy las gracias al cardenal Montenegro por su introducción y saludo a los obispos presentes, al Consejo Nacional, a los directores de las oficinas diocesanas y sus colaboradores, venidos con motivo de los 25 años de la Jornada Mundial del Enfermo y el 20 aniversario de la Oficina Nacional para la pastoral de la salud.

Doy gracias al Señor por los progresos realizados en estos años, por cuanto se ha realizado en beneficio de un cuidado integral de los enfermos y por la generosidad de tantos hombres y mujeres que han aceptado la invitación de Jesús a visitarlo en la persona de los enfermo (cfr Mt 25,36). Han sido  años marcados por fuertes cambios sociales y culturales, y hoy podemos ver una situación con  luces y sombras. Ciertamente, la investigación científica ha progresado  y estamos agradecidos por los valiosos resultados obtenidos para curar, si no para derrotar, algunas patologías. Deseo que se garantice el mismo esfuerzo con las enfermedades raras y olvidadas, a las que no siempre se presta la debida atención, con el riesgo de dar lugar a nuevos sufrimientos.

También alabo al Señor por los muchos profesionales de la salud que viven su trabajo como una misión, son ministros de la vida y participan del amor efusivo de Dios creador; sus manos tocan todos los días la carne sufriente de Cristo, que supone un gran honor y una gran responsabilidad. Así como por los tantos voluntarios que, con generosidad y competencia, se dedican a aliviar y humanizan los largos y difíciles días de tantas personas ancianas enfermas y solas, especialmente los pobres y necesitados. Y aquí me detengo para dar las gracias por el testimonio del voluntariado en Italia. Para mí ha sido una sorpresa. Nunca habría pensado encontrar algo así. Hay tantos voluntarios que trabajan en este sector convencidos. Y esto es obra de los párrocos, de los grandes párrocos italianos, que han sabido luchar en este campo. Para mí ha sido una sorpresa y doy las gracias a Dios por ello.

Junto con las luces, sin embargo, hay algunas sombras que amenazan con empeorar la experiencia de nuestros hermanos y hermanas enfermos. Si hay un sector  donde la cultura del descarte muestra con evidencia  sus consecuencias dolorosas es  la sanidad. Cuando la persona enferma no ocupa el centro y no se considera su dignidad, se  engendran actitudes que pueden conducir incluso a especular sobre las desgracias de los demás. ¡Y esto es muy grave! Es necesario estar alerta, especialmente cuando los pacientes son de edad avanzada, con una salud muy comprometida, si sufren de patologías  graves y costosas para su cuidado o son particularmente difíciles, como los pacientes psiquiátricos. Cuando se adopta de forma indiscriminada el  modelo empresarial en ámbito sanitario, se corre el peligro de producir descartes humanos en lugar de optimizar los recursos disponibles. Optimizar los recursos significa usarlos de manera ética y solidaria y no penalizar a los más frágiles.

En primer lugar está la inviolable dignidad de toda persona humana desde el momento de su concepción hasta su último aliento (Mensaje para al XXV Jornada Mundial del Enfermo, 8 de diciembre de 2016). Que no sea solo el dinero el que oriente las decisiones políticas y administrativas, llamadas a salvaguardar el derecho a la salud sancionado en la Constitución italiana, ni tampoco las opciones de los que dirigen los lugares de cura. El aumento de la pobreza en ámbito sanitario entre los segmentos más pobres de la población, debida precisamente a la dificultad de acceso a las curas, no puede dejar  indiferente a ninguno y  se deben  multiplicar los esfuerzos de todos, para que se protejan los derechos de los más vulnerables.

La historia de la Iglesia italiana sabe de muchas «posadas del buen samaritano», donde los que sufren han recibido el aceite del consuelo y el vino de la esperanza. Pienso, en particular, en las numerosas instituciones sanitarias de inspiración cristiana. Mientras expreso a los representes aquí presentes mi aprecio por la tarea llevada a cabo, animo a seguir la fantasía de la caridad de los Fundadores. En el contexto actual, cuando la respuesta a la cuestión de la salud de los más frágiles se hace cada vez más difícil no dudéis en replantearos vuestras obras de caridad para ofrecer un signo de la misericordia de Dios a los pobres que, con confianza y esperanza, llaman a las puertas de vuestras estructuras.

Entre los objetivos que San Juan Pablo II dio a la Jornada mundial del Enfermo, además de promover la cultura de la vida, estaba también el de «involucrar a las diócesis, a las comunidades cristianas, a las familias religiosas sobre la importancia de la pastoral sanitaria» (Carta al cardenal Fiorenzo Angelini con motivo de la institución de la J.M. del Enfermo, 13 de mayo de 1992)  Hay muchos pacientes en los hospitales, pero muchos más en las casas, cada vez más solos. Espero que sean visitados con frecuencia para que no se sientan excluidos de la comunidad y puedan experimentar, gracias a la cercanía de quienes los encuentran, la presencia de Cristo que pasa hoy en día en medio de  los enfermos de cuerpo y espíritu.  Por desgracia, «la peor discriminación que sufren los pobres -y los enfermos son pobres de salud- es la falta de atención espiritual. […] Necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe» (Ex. ap. Evangelii gaudium, 200).

Las personas enfermas son miembros preciosos de la Iglesia. Que con la gracia de Dios y la intercesión de María, Salud de los enfermos, puede llegar a ser fuerte en la debilidad (cfr. 2 Cor 12, 10) «y recibiremos la gracia de completar lo que falta en nosotros al sufrimiento de Cristo, en favor de la Iglesia, su cuerpo (cf. Col 1,24); un cuerpo que, a imagen de aquel del Señor resucitado, conserva las heridas, signo del duro combate, pero son heridas transfiguradas para siempre por el amor» (Homilía en el Jubileo de los enfermos y personas discapacitadas, 12 de junio de 2016). ¡Gracias!

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s