8 de abril de 2017.- Se ha celebrado a las 18.30 horas de estar tarde, en la Basílica de Santa María la Mayor, la Vigilia de oración en preparación a la XXXII Jornada Mundial de la Juventud que se celebra mañana, a nivel diocesano, con el tema «El Todopoderoso ha hecho cosas grandes en mí» (Lc 1,49).
La Vigilia ha sido promovido por la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, con colaboración con el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida y con la diócesis del Lazio.
El encuentro ha estado precedido por cantos, lecturas y testimonios de jóvenes de Roma y del Lazio.
Durante la celebración, tras el testimonio de una religiosa y de un joven, el Santo Padre ha dirigido a los jóvenes un improvisado discurso, el cual ofrecemos a continuación:
Discurso del Santo Padre
Queridos jóvenes,
Gracias por estar aquí! Esta noche es un doble inicio: el principio del camino hacia el Sínodo, que tiene un nombre largo: «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional», pero diciendo: «Sínodo de los jóvenes», se entiende mejor. Y también un segundo inicio, el camino a Panamá: tenemos aquí al arzobispo de Panamá.
Hemos escuchado el Evangelio, hemos rezado, hemos cantado; hemos traído flores a la Virgen María, la Madre; y hemos llevado la cruz, que viene desde Cracovia y mañana será entregada a la juventud de Panamá. De Cracovia a Panamá; y, en medio, el Sínodo. ¡Un sínodo del cual ningún joven tiene que sentirse excluido! «Pero… hacemos el Sínodo de los jóvenes católicos… para los jóvenes que pertenecen a las asociaciones católicas, así es más fuerte…». ¡No! ¡El Sínodo es el Sínodo para y de todos los jóvenes! Los jóvenes son los protagonistas. «Pero los jóvenes que son agnósticos?» ¡Sí! «¿Incluso los jóvenes que tienen la fe tibia?» ¡Sí! «¿Incluso las personas jóvenes que se han alejado de la Iglesia?» ¡Sí! «¿Incluso los que -no sé si alguien… tal vez alguien estará allí- los jóvenes que son ateos? ¡Sí! Este es el Sínodo de los jóvenes, y todos queremos escucharos. Cada joven tiene algo que decirle a los otros, algo que decir a los adultos, a los sacerdotes, a las monjas a los obispos y al Papa. Todos tenemos necesidad de escucharos a vosotros.
Recordamos un poco Cracovia: la Cruz nos lo recuerda. Allí os dije dos cosas, tal vez alguien las recuerda: es triste ver a jóvenes que se retira a los 20 años, es feo; y también es triste ver a un joven que vive en el sofá. ¿No es verdad? Ni joven «jubilados», ni jóvenes «de sofá». Jóvenes que caminan, jóvenes de la calle, jóvenes que van hacia delante, de lado a lado, pero mirando hacia el futuro!
Hemos escuchado el Evangelio (cf. Lc 1, 39-45). Cuando María recibió aquel regalo, aquella vocación tan grande de traer el don de Dios para nosotros, dice el Evangelio que, habiendo recibido la noticia de que su anciana prima estaba embarazada y necesitaba ayuda, acude «con prontitud». ¡Con prontitud! El mundo de hoy necesita jóvenes que van «con prontitud», que no se cansan de ir rápido; de jóvenes que tienen la vocación para sentir que la vida les ofrece una misión. Y, como ha dicho muchas veces María Lisa [joven religiosa] en su testimonio, jóvenes en camino. Ella ha cantado toda su experiencia: ha sido una experiencia en camino. Necesitamos gente joven en camino. El mundo solamente puede cambiar si los jóvenes están en camino. Pero este es el drama de este mundo: que los jóvenes -¡y este es el drama juvenil de hoy!- que los jóvenes muchas veces son descartados. No tienen trabajo, no tienen un ideal a seguir, falta de educación, falta de integración… Así que muchos jóvenes tienen que huir, emigrar a otras tierras… Los jóvenes de hoy, es difícil de decir, pero a menudo son material de descarte. ¡Y esto nosotros no lo podemos tolerar! Y debemos hacer este Sínodo para decir: «Los jóvenes estamos aquí». Y vamos a Panamá para decir: «Los jóvenes estamos aquí, en camino. No queremos ser material de descarte. Tenemos un valor para dar.
Pensé, mientras Pompeyo hablaba [el segundo testimonio]: por dos veces estuvo al límite de ser material de descarte, a 8 años y 18 años. Él lo ha hecho. Él lo hizo. Él fue capaz de levantarse. Y la vida, cuando miramos el horizonte -lo ha dicho también María Luisa-, siempre nos sorprende, siempre. Ambos lo han dicho.
Estamos en un camino, hacia el Sínodo y hacia Panamá. Y este viaje es arriesgado; pero si un joven no se arriesga, se envejece. Y tenemos que tomar riesgos.
María Lisa dijo que después del sacramento de la Confirmación se apartó de la Iglesia. Vosotros bien sabéis que aquí en Italia, al sacramento de la Confirmación se le llama «el sacramento del arrivederci». Después de la confirmación no se vuelve a la iglesia. Y, ¿por qué? Porque tantos jóvenes no saben qué hacer… Y ella [María Lisa] nunca se detuvo, siempre en camino: a veces en las calles oscuras, en las calles sin luz, sin ideales o ideales que no entiendía bien; pero al final, lo ha hecho. Vosotros, los jóvenes, debéis tomar riesgos en la vida, riesgo. Hoy debéis preparar el futuro. El futuro está en vuestras manos.
En el Sínodo, la Iglesia, toda, quiere escuchar a los jóvenes: lo que piensan, lo que sienten, lo que quieren, lo que critican y de lo que se arrepienten. Todo. La Iglesia necesita más primavera todavía, y la primavera es la estación de la juventud.
Y también me gustaría invitaros a hacer este camino, este camino hacia el Sínodo y hacia Panamá, a hacerlo con alegría, hacerlo con vuestras aspiraciones, sin miedo, sin vergüenza, con valentía. Hay que tener valor. Y tratar de descubrir la belleza en las cosas pequeñas, como ha dicho Pompeyo, la belleza de todos los días: descubrirla, no pierder esto. Y gracias por lo que eres. Tantas veces, en la vida, pierdemos tiempo en preguntarnos: «¿Quién soy yo?». Sin embargo, tu puedes preguntarte quién eres y pasar la vida buscando lo que eres. Pero preguntante: «¿Quién soy yo?». Al igual que la Virgen, que fue capaz de preguntarse: «¿Para quién, para qué persona soy en este momento? Para mi prima», y se fue. Para quién soy, no quién soy: esto viene después, sí, es una pregunta que hay que hacer, pero en primer lugar por hacer un trabajo, un trabajo de toda una vida, un trabajo que te hace pensar, te hace oír, que hace que se opera. Los tres idiomas: el lenguaje de la mente, el lenguaje del corazón y el lenguaje de las manos. Y seguir adelante.
Y otra cosa que quiero decir: el Sínodo no es una «tertulia». La JMJ no será una «tertulia» o un circo o algo hermoso, una fiesta y luego «adiós», se me olvidó. No, concretar. La vida nos pide concreción. En este cultivo líquido, necesita cemento y el cemento es vuestra vocación.
E vorrei finire… – c’era un discorso scritto, ma dopo aver visto voi, aver sentito le due testimonianze, mi è venuto da dire tutto questo –: ci saranno momenti in cui voi non capirete nulla, momenti oscuri, brutti, momenti belli, momenti oscuri, momenti luminosi… ma c’è una cosa che io vorrei sottolineare. Noi siamo nel presente. Alla mia età, stiamo per andarcene… ah no? [ride] Chi garantisce la vita? Nessuno. La vostra età ha il futuro davanti. Ai giovani, oggi, ai giovani la vita chiede una missione, la Chiesa chiede loro una missione, e io vorrei dare a voi questa missione: tornare indietro e parlare con i nonni. Oggi più che mai abbiamo necessità, abbiamo bisogno di questo ponte, del dialogo tra i nonni e i giovani, tra i vecchi e i giovani. Il profeta Gioele, nel capitolo 3, versetto 2, ci dice questo, come una profezia: “Gli anziani avranno sogni, sogneranno, e i giovani profetizzeranno”, cioè porteranno avanti con le profezia le cose concrete. Questo è il compito che io vi do in nome della Chiesa: parlare con gli anziani. “Ma è noioso…, dicono sempre le stesse cose…”. No. Ascolta l’anziano. Parla, domanda le cose. Fa’ che loro sognino e da quei sogni prendi tu per andare avanti, per profetizzare e per rendere concreta quella profezia. Questa è la vostra missione oggi, questa è la missione che vi chiede oggi la Chiesa.
Cari giovani, siate coraggiosi! “Ma, Padre, io ho peccato, tante volte cado…”. Mi viene in mente una canzone alpina, bellissima, che cantano gli alpini: “Nell’arte di salire, l’importante non è non cadere, ma non rimanere caduti”. Avanti! Cadi? Alzati e vai avanti. Ma pensa a quello che ha sognato il nonno, che ha sognato il vecchio o la vecchia. Falli parlare, prendi quelle cose e fai il ponte al futuro. Questo è il compito e la missione che oggi vi dà la Chiesa.
Grazie tante per il vostro coraggio, e… a Panama! Non so se sarò io, ma ci sarà il Papa. E il Papa, a Panama, vi farà la domanda: “Avete parlato con i vecchi? Avete parlato con gli anziani? Avete preso i sogni dell’anziano e li avete trasformati in profezia concreta?”. Questo è il vostro compito. Che il Signore vi benedica. Pregate per me, e prepariamoci tutti insieme per il Sinodo e per Panama.
Grazie.