XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Año B
✠ Francisco CERRO CHAVES
Obispo de Coria-Cáceres
VIUDA POBRE
Marcos nos sigue hablando de las condiciones interiores del seguimiento de Jesús. No nos podemos quedar en la religión de la exterioridad, de los ropajes vistosos, de hacer las cosas para que nos vean, de la pura y dura vanidad, de los que viven sólo en la epidermis de la religión con Dios y con los hermanos, sin llegar a lo profundo del corazón; sin embargo aquella pobre viuda observada, no le importa ponerse a la cola y quizás dar una pobre moneda que casi hace el ridículo de los que compiten por ser importantes y por ser más que los demás en todo.
Ella no se compara, entrega lo que tiene. No busca brillar sino entregar la vida. No sabe de vanidad sino de necesidad. Sabe que Dios sólo nos pide que entreguemos lo que somos y lo que tenemos. No nos pide milagros. La eficacia de una vida está en dar y darse desde la pobreza y la profunda humildad del corazón, que es lo único que conquista maravillosamente el Corazón de Cristo. No existe otra verdad más humana que son los pobres los que nos enseñan la verdadera relación con Dios y a entregar la vida desde “signos pobres” que siempre conmueven el Corazón de Dios.
La viuda lo dio todo, no se ahorró nada para sí. Sabe que la generosidad no es dar, sino darse. Puede haber gente que dé mucho, pero siempre de lo que le sobra de dinero, de tiempo, de dedicación… Hay otras personas, como decía la Madre Teresa de Calcuta, que dan hasta que les duele. Es un amor generoso y sacrificado. Es un amor que observan los ojos limpios de Jesús que sabe apreciar los sentimientos y las motivaciones del corazón humano.