10 de agosto de 2020.- El Museo Diocesano de Jaca (MDJ) ha concluido la restauración de la talla románica de Nuestra Señora de Iguácel. Los trabajos han sido posibles gracias a la financiación de la Asociación Sancho Ramírez de Jaca, a quien se agradece desde el MDJ su apoyo económico para que la restauración de esta obra, joya de la colección de tallas románicas del Museo, sea hoy una
realidad.
La restauración de la talla de Nuestra Señora de Iguácel comenzó a finales de 2019.
Su responsable ha sido la restauradora Inmaculada Piedrafita Puértolas, con la colaboración del restaurador D. Gerardo Sánchez Mur. La labor se ha desarrollado bajo la supervisión de D. Jesús Lizalde Giménez, delegado diocesano de Patrimonio; Dña. Belén Luque Herrán, directora del MDJ, y varios técnicos de la DGA (al estar catalogada esta pieza como BIC -Bien de Interés Cultural- del patrimonio aragonés).
La Virgen de Nuestra Señora de Iguácel es una talla románica de madera policromada datada en principios del siglo XII. Responde al modelo típico de la virgen románica como sedes sapientiae, según el cual María aparece sedente en un trono sosteniendo a Jesús sobre su rodilla izquierda.
Entre los dos personajes, no existen las muestras de afecto propias de una relación materno filial, sino que ambos se caracterizan por su hieratismo y frontalidad. Sin embargo, a pesar de esta rigidez, la Virgen sujeta al hijo con su mano izquierda en un gesto protector que rompe ligeramente la simetría de la obra.
María aparece ataviada a la moda romana, con túnica, velo y manto sujeto con un broche circular. Y Jesús luce una vestimenta más sencilla, cuya parte inferior se decora con los mismos motivos vegetales que el manto de la madre.
Además, ambos personajes portan atributos: la Virgen sujeta en su mano derecha una esfera de color rojo que ha dado lugar a varias interpretaciones. Para algunos autores, es una bola que representa su grandeza y poder, mientras que para otros es el fruto prohibido que muestra a la Virgen como una nueva Eva.
Jesús sujeta en su mano izquierda un libro cerrado y apoya la mano derecha sobre el pecho, en lugar de adoptar la típica actitud de bendecir.
En realidad, esto se debe a que esta mano derecha no es la original de la talla románica, sino que es un añadido posterior.
Dada la función devocional que todavía conserva la escultura, se decidió no eliminar esta mano añadida, puesto que contribuye a consolidar la apariencia con la que la conocen los antiguos
habitantes del Valle de la Garcipollera.
El estado de conservación del soporte ligneo (la madera de base de la talla) era bastante bueno, aunque con algún ataque puntual de organismos xilófagos, siendo más acusado en la parte inferior de la escultura. También se observaban algunas grietas estructurales.
Una de las alteraciones más importantes que se podía observar en la pieza y que se debía tratar con urgencia, era la descohesión de la preparación con el soporte, que había provocado el arrastre puntual de la capa de policromía.
Incluso, en algunas zonas pequeñas, se había perdido la doble capa de policromía y preparación, dejando a la vista la madera del soporte. La pieza presentaba una repolicromía posterior generalizada como es habitual en este tipo de obras que a lo largo de los siglos son repintadas.
En primer lugar, se procedió a la toma de tres micromuestras para realizar una serie de analíticas que permitieran determinar la cantidad de repolicromías que había sufrido la obra, así como si se conservaba algo de la plata corlada original con la que contaba la talla cuando se creó en época románica.
Tras la toma de muestras, se realizó un estudio pormenorizado del estado de conservación de la pieza y una serie de pruebas con el fin de determinar la metodología de trabajo y los productos a utilizar según las diferentes zonas policromas.
Tomada la decisión de respetar la capa de repolicromía y concluidas las pruebas pertinentes se procedió a la limpieza con metodología mecánica y química según la zona a tratar, siendo necesaria la ayuda puntual de bisturí para zonas con concreciones mas adheridas, como la zona de los zapatos. Algunas zonas presentaban una capa de barniz amarilleado y suciedad que ocultaban la verdadera brillantez y riqueza del color de la pieza.
Una de las intervenciones más necesarias era tapar la grieta del soporte que recorría parte de la base, así como cerrar algunos agujeros producidos por el ataque de xilófagos, para evitar la acumulación de suciedad en estas zonas.
Una vez sellados los mayores desperfectos, se aplicó un estuco a base de cola animal y yeso, lo más similar posible al usado tradicionalmente. Una vez finalizado el proceso de estucado, y tras la aplicación de una capa de protección previa se procedió a la reintegración del color mediante la técnica de puntillismo, que consiste en aplicar miles de pequeños puntos hasta conseguir que la laguna quede reintegrada con el color original, permitiendo, de lejos, no distinguir la reintegración y, de cerca, poder apreciar la intervención del restaurador.
Desde el Museo Diocesano de Jaca se quiere reiterar el agradecimiento a la Asociación Sancho Ramírez. Además, sus responsables manifiestan «su alegría por el hecho de que esta gran joya del patrimonio cultural aragonés vuelva a estar en perfecto estado de conservación». «Esperemos -dicen- que la pandemia en la que nos encontramos en estos momentos termine pronto y el próximo año, en el segundo domingo de julio, nuestra querida Virgen de Iguácel pueda volver por unas horas a su templo en el corazón del Valle de la Garcipollera y compartir con todos sus fieles devotos su tradicional romería«.