Reflexión para el XXIX Domingo del tiempo ordinario

XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
(Año A)

Ramón CLAVERÍA ADIEGO
Sacerdote de la diócesis de Jaca
Doctor en Teología Litúrgica

«Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Una respuesta magistral de Jesús a los fariseos y a los herodianos que querían pillarlo fuera de juego haciéndole una de sus típicas preguntas repletas de mala intención, porque pagar el tributo al César era signo de la sumisión a su ocupación y significaba colaborar con el Imperio y sus finanzas.

Pero Jesús, con su conocida respuesta, se escapa de la legitimidad o ilegitimidad del poder temporal, y dando largas, reivindica a Dios, que está más allá de todo. Y es que no hay posible equiparación entre el César, y quien dice el César, dice cualquier autoridad política, y Dios; pues el hombre no ha sido creado a imagen del César o de los líderes políticos, sino a imagen de Dios.

Fijaos. La primera lectura, que nos ilustra sobre el sentido del evangelio, no nos habla de política, o de separación de poderes Iglesia-estado, ni de nada por el estilo. No. Sino que nos habla de que nada ni nadie es comparable a Dios. “Yo soy el Señor y no hay otro”, dice la lectura. Y eso es lo que tenemos que tener claro en nuestra vida. Que los poderes mundanos son limitados, mientras que el poder de Dios es infinito. Por eso, a todos nosotros nos corresponde darle a Dios lo que le corresponde. Y a Dios le corresponde todo honor y toda gloria. ¿Qué debemos cumplir las leyes civiles y ser buenos ciudadanos, colaborando en el desarrollo de la sociedad? Sí. Pero no debemos olvidarnos nunca que Dios está por encima, y que muchas veces las leyes humanas no respetarán la ley de Dios. Y entonces será cuando de verdad tendremos que dar la cara como cristianos, y tener presente que nuestro destino eterno no depende de los poderes políticos del mundo, sino única y exclusivamente de Dios, a quien tendremos que rendir cuentas de lo que hayamos hecho o hayamos dejado de hacer.

Y viene bien que nos convenzamos de esto en este domingo en el que celebramos el Domingo Mundial de las Misiones, el DOMUND, una jornada para reavivar en nosotros nuestra vocación misionera; una vocación que no es sólo la de aquellos que han dejado su país para ir a anunciar a Jesucristo a otros lugares, sino que es propia de todos y cada uno de los bautizados, que tenemos que anunciar a Jesucristo en nuestros ambientes, de forma que, como dice el profeta Isaías, sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de Dios.

Haremos bien en poner en práctica las palabras del apóstol san Pablo que hemos escuchado y que nos alienta a vivir con fe con esperanza y con caridad, a pesar de las dificultades, es la mejor actitud para vivir nuestro espíritu misionero, y realizar en nuestra vida el mandato del Señor de ir al mundo entero y hacer discípulos a todas las gentes. Pidámoselo a la Virgen María, Madre de todos los hombres y estrella de la nueva evangelización.

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