La fiesta de Santa Bakhita, que fija el Día Mundial de Oración contra la Trata de personas, nos brinda la ocasión de reconocernos mutuamente como activos colaboradores en favor de la justicia y de la dignidad humana conculcada en la trata. Luchamos y rezamos juntos en favor de la liberación de las víctimas. De “Una economía sin trata”, el año pasado, a “La fuerza del cuidado. Mujeres, economía, trata de personas”, que es el lema de este año.
El papa Francisco nos recordaba el año pasado que “una economía sin trata es una economía valiente: hace falta valor. No en el sentido de temeridad, de operaciones arriesgadas en busca de ganancias fáciles. Es el valor de la construcción paciente, de la planificación que no mira siempre y sólo a la ventaja a muy corto plazo, sino a los frutos a medio y largo plazo y, sobre todo, a las personas. El valor de conjugar el beneficio legítimo con el fomento del empleo y las condiciones de trabajo dignas. En tiempos de fuerte crisis, como la actual, este valor es aún más necesario. En la crisis, la trata prolifera, lo sabemos todos: lo vemos todos los días. En la crisis, la trata prolifera; es necesario, pues, reforzar una economía que responda a la crisis de una manera que no sea miope, sino duradera y sólida”.
En el Mensaje por la Paz, también del año pasado, sostiene que “el impacto de la crisis sobre la economía informal, que a menudo afecta a los trabajadores migrantes, ha sido particularmente devastador. A muchos de ellos las leyes nacionales no los reconocen, es como si no existieran. Tanto ellos como sus familias viven en condiciones muy precarias, expuestos a diversas formas de esclavitud y privados de un sistema de asistencia social que los proteja. A eso se agrega que actualmente sólo un tercio de la población mundial en edad laboral goza de un sistema de seguridad social, o puede beneficiarse de él sólo de manera restringida. La violencia y la criminalidad organizada aumentan en muchos países, sofocando la libertad y la dignidad de las personas, envenenando la economía e impidiendo que se fomente el bien común. La respuesta a esta situación sólo puede venir a través de una mayor oferta de las oportunidades de trabajo digno”.
Este año, en el mismo mensaje, profundiza en la fuerza del cuidado: “La cultura del cuidado, como compromiso común, solidario y participativo para proteger y promover la dignidad y el bien de todos, como una disposición al cuidado, a la atención, a la compasión, a la reconciliación y a la recuperación, al respeto y a la aceptación mutuos, es un camino privilegiado para construir la paz. Trabajemos todos juntos para avanzar hacia un nuevo horizonte de amor y paz, de fraternidad y solidaridad, de apoyo mutuo y acogida”.
Esta es la línea de profundización de la revista y de la jornada que presentamos en favor de la liberación de las víctimas de la trata de personas. Gracias por el trabajo apasionado de tantas personas comprometidas en esta causa justa y prioritaria.
✠ Juan Carlos Elizalde Espinal
Obispo de Vitoria
Presidente de la Subcomisión Episcopal
para las Migraciones y Movilidad Humana