Audiencia del Santo Padre a los miembros de la Comisión Teológica Internacional

24 de noviembre de 2022.– “Los temas confiados a su atención y competencia son de gran importancia en esta nueva etapa del anuncio del Evangelio que el Señor nos llama a vivir como Iglesia al servicio de la fraternidad universal en Cristo”, este fue el aliento del Papa Francisco en su discurso a los miembros de la Comisión Teológica Internacional (CTI), a quienes recibió en audiencia la mañana de este jueves, 23 de noviembre, en la Sala del Consistorio del Vaticano.

A los miembros de la CTI, el Santo Padre les agradeció por “la generosidad, la competencia y la pasión” con la que han asumido el servicio en este décimo quinquenio de actividades de la Comisión. “Gracias a las herramientas de las que disponemos hoy en día – señaló el Pontífice – han podido comenzar su trabajo a distancia, superando las dificultades que aún provoca la pandemia”. “También me alegro de la acogida que han tenido las propuestas de los tres temas a explorar: La primera es la irrenunciable y siempre fecunda actualidad de la fe cristológica profesada por el Concilio de Nicea, en el 1700 aniversario de su celebración (325-2025); la segunda es el examen de algunas cuestiones antropológicas que surgen hoy y que son de crucial importancia para el camino de la familia humana, a la luz del plan divino de salvación; y la tercera es la profundización -hoy cada vez más urgente y decisiva- de la teología de la creación desde una perspectiva trinitaria, a la escucha del clamor de los pobres y de la tierra”.

Al abordar estos temas, afirmó el Papa Francisco, la Comisión Teológica Internacional continúa, con un compromiso renovado, su servicio. Ya que están llamados, como señala el Concilio Vaticano II, a ser la brújula segura para el camino de la Iglesia, «sacramento, en Cristo, de la unión con Dios y de la unidad de todo el género humano». En este sentido, el Pontífice les propuso tres direcciones a seguir, en este momento de la historia; un momento arduo y, sin embargo, para los ojos de la fe, cargado de la promesa y la esperanza que brotan de la Pascua del Señor crucificado y resucitado.

La primera directriz que el Santo Padre propuso a la CTI es la de la fidelidad creativa a la Tradición. Esta directriz trata de asumir y declinar con fidelidad y amor el compromiso de ejercer el ministerio de la teología -en la escucha de la Palabra de Dios, del sensus fidei del Pueblo de Dios, del Magisterio y de los carismas, y en el discernimiento de los signos de los tiempos- para el progreso de la Tradición Apostólica, bajo la asistencia del Espíritu Santo, como enseña la Dei Verbum. “De hecho, Benedicto XVI describe la Tradición como ‘el río vivo en el que los orígenes están siempre presentes’; de modo que ‘riega diferentes tierras, alimenta diferentes geografías, haciendo brotar lo mejor de esa tierra, lo mejor de esa cultura. De este modo, el Evangelio sigue encarnándose en todos los rincones del mundo, de forma siempre nueva”.

Y advirtiendo de un peligro actual, el “indietrismo”, es decir, el ir hacia atrás, el Papa Francisco invitó a los teólogos a reflexionar sobre este punto y les recordó que, “la tradición es la garantía del futuro y no una pieza de museo. Y es lo que hace que la Iglesia crezca de abajo hacia arriba, como el árbol, las raíces. Mientras que otro dijo que el tradicionalismo es la fe muerta de los vivos: cuando te cierras ahí. Esta dimensión horizontal, hemos visto, ha hecho que algunos movimientos, los movimientos de la Iglesia, se queden fijos en un tiempo, en una dirección hacia atrás.

La segunda directriz que propuso el Papa Francisco se refiere a la conveniencia, para realizar con pertinencia e incisividad la obra de profundización e inculturación del Evangelio, de abrirse con prudencia a la contribución de las diversas disciplinas mediante la consulta de expertos, incluso no católicos, como prevén los Estatutos de la Comisión. “Se trata -lo pedí en la Constitución Apostólica Veritatis gaudium- de atesorar el principio de interdisciplinariedad: no tanto en su forma ‘débil’ de simple multidisciplinariedad, como enfoque que favorece una mejor comprensión desde varios puntos de vista de un objeto de estudio; sino más bien en su forma ‘fuerte’ de transdisciplinariedad, como colocación y fermentación de todos los conocimientos en el espacio de Luz y Vida que ofrece la Sabiduría que emana de la Revelación de Dios”.

Por último, la tercera directriz propuesta por el Santo Padre, es la de la colegialidad. Que adquiere especial relevancia y puede ofrecer una contribución específica en el contexto del camino sinodal, en el que está convocado todo el Pueblo de Dios. “Así lo subraya el documento redactado al respecto, durante el quinquenio anterior, sobre La sinodalidad en la vida y la misión de la Iglesia: Como cualquier otra vocación cristiana, el ministerio del teólogo, además de ser personal, es comunitario y colegiado. La sinodalidad eclesial, por tanto, compromete a los teólogos a hacer teología de forma sinodal, fomentando entre ellos la capacidad de escuchar, dialogar, discernir e integrar la multiplicidad y variedad de instancias y aportaciones”.

En esta tercera directriz, el Papa también dijo que, los teólogos deben ir más allá, intentar ir más allá. Que a diferencia del catequista que transmite una “doctrina sólida, correcta”, el teólogo “se arriesga a ir más allá y es el Magisterio el que lo detendrá”. Esta es la vocación del teólogo que siempre corre el riesgo de ir más allá, porque trata, y trata, de hacer más explícita la teología. Pero nunca hay que dar catequesis a los niños y a las personas con doctrinas nuevas que no son seguras. “Esta división no es mía – afirmó el Papa – es de San Ignacio de Loyola, que creo que entendió algo mejor que yo”.

En este espíritu de escucha mutua, de diálogo y de discernimiento comunitario, abierto a la voz del Espíritu Santo, el Papa Francisco deseó a todos los miembros de la CTI un trabajo pacífico y fecundo. Los temas confiados a su atención y competencia son de gran importancia en esta nueva etapa del anuncio del Evangelio que el Señor nos llama a vivir como Iglesia al servicio de la fraternidad universal en Cristo. “En efecto, nos invitan a asumir plenamente la mirada del discípulo que, con asombro siempre nuevo, reconoce que Cristo, ‘precisamente revelando el misterio del Padre y de su amor, revela también plenamente al hombre a sí mismo y le manifiesta su altísima vocación’ (Constitución pastoral Gaudium et spes, 22); y así nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana, y por tanto también de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor”.

VATICAN NEWS / Iglesiaactualidad

Discorso del Santo Padre

Cari fratelli e sorelle, buongiorno!

Ringrazio il Cardinale Ladaria per le sue cortesi parole ed esprimo a tutti voi la mia gratitudine per la generosità, la competenza e la passione con cui avete intrapreso il vostro servizio in questo decimo quinquennio di attività della Commissione Teologica Internazionale.

Grazie agli strumenti di cui oggi disponiamo, avete potuto iniziare i vostri lavori a distanza, superando le difficoltà dovute ancora alla pandemia. E mi rallegro anche per l’accoglienza che avete riservato alle proposte dei tre temi da approfondire: il primo è l’attualità irrinunciabile e sempre feconda della fede cristologica professata dal Concilio di Nicea, al compimento dei 1700 anni dalla sua celebrazione (325-2025); il secondo è l’esame di alcune questioni antropologiche oggi emergenti e di significato cruciale per il cammino della famiglia umana, alla luce del disegno divino della salvezza; e il terzo è l’approfondimento – oggi sempre più urgente e decisivo – della teologia della creazione in prospettiva trinitaria, in ascolto del grido dei poveri e della terra.

Affrontando questi temi, la Commissione Teologica Internazionale continua, con impegno rinnovato, il suo servizio. Siete chiamati a compierlo nel solco tracciato dal Concilio Vaticano II, che – a sessant’anni dal suo inizio – costituisce la bussola sicura per il cammino della Chiesa, «sacramento, in Cristo, dell’unione con Dio e dell’unità di tutto il genere umano» (Cost. dogm. Lumen gentium, 1).

Vorrei indicarvi tre direttrici di marcia, in questo momento storico; momento arduo eppure, per lo sguardo della fede, carico della promessa e della speranza che scaturiscono dalla Pasqua del Signore crocifisso e risorto.

La prima direttrice è quella della fedeltà creativa alla Tradizione. Si tratta di assumere con fede e con amore e di declinare con rigore e apertura l’impegno di esercitare il ministero della teologia – in ascolto della Parola di Dio, del sensus fidei del Popolo di Dio, del Magistero e dei carismi, e nel discernimento dei segni dei tempi – per il progresso della Tradizione apostolica, sotto l’assistenza dello Spirito Santo, come insegna la Dei Verbum (cfr n. 8). Benedetto XVI descrive infatti la Tradizione come «il fiume vivo nel quale sempre le origini sono presenti» (Catechesi, 26 aprile 2006); così che essa «irriga diverse terre, alimenta diverse geografie, facendo germogliare il meglio di quella terra, il meglio di quella cultura. In questo modo, il Vangelo continua a incarnarsi in tutti gli angoli del mondo, in maniera sempre nuova» (Cost. Ap. Veritatis gaudium, 4d).

La tradizione, l’origine della fede, che o cresce o si spegne. Perché, diceva uno – credo fosse un musicista – che la tradizione è la garanzia del futuro e non un pezzo di museo. È quello che fa crescere la Chiesa dal basso in alto, come l’albero: le radici. Invece un altro diceva che il tradizionalismo è la “fede morta dei vivi”: quando tu ti chiudi. La tradizione – voglio sottolineare questo – ci fa muovere in questa direzione: da giù in su: verticale. Oggi c’è un grande pericolo, che è andare in un’altra direzione: l’“indietrismo”. Andare indietro. “Sempre è stato fatto così”: è meglio andare indietro, che è più sicuro, e non andare avanti con la tradizione. Questa dimensione orizzontale, l’abbiamo vista, ha mosso alcuni movimenti, movimenti ecclesiali, a restare fissi in un tempo, in un indietro. Sono gli indietristi. Penso – per fare un riferimento storico – a qualche movimento nato alla fine del Vaticano I, cercando di essere fedeli alla tradizione, e così oggi si sviluppano in modo da ordinare donne, e altre cose, fuori da questa direzione verticale, dove cresce, la coscienza morale cresce, la coscienza della fede cresce, con quella bella regola di Vincenzodi Lérins: “ut annis consolidetur, dilateturtempore, sublimetur aetate”. Questa è la regola della crescita. Invece l’indietrismo ti porta a dire che “sempre è stato fatto così, è meglio andare avanti così”, e non ti lascia crescere. Su questo punto, voi teologi pensate un po’ a come aiutare.

La seconda direttrice concerne l’opportunità, al fine di realizzare con pertinenza e incisività l’opera di approfondimento e di inculturazione del Vangelo, di aprirsi con prudenza all’apporto delle diverse discipline grazie alla consultazione di esperti, anche non cattolici, come previsto dagli Statuti della Commissione (cfr n. 10). Si tratta – l’ho auspicato nella Costituzione Apostolica Veritatis gaudium – di far tesoro del «principio dell’interdisciplinarietà: non tanto nella sua forma “debole” di semplice multidisciplinarità, come approccio che favorisce una migliore comprensione da più punti di vista di un oggetto di studio; quanto piuttosto nella sua forma “forte” di transdisciplinarità, come collocazione e fermentazione di tutti i saperi entro lo spazio di Luce e di Vita offerto dalla Sapienza che promana dalla Rivelazione di Dio» (n. 4c).

La terza direttrice, infine, è quella della collegialità. Essa acquista particolare rilevanza e può offrire uno specifico contributo nel contesto del percorso sinodale, in cui è convocato tutto il Popolo di Dio. Lo sottolinea il documento elaborato in proposito, nel precedente quinquennio, su La sinodalità nella vita e nella missione della Chiesa: «Come per qualsiasi altra vocazione cristiana, anche il ministero del teologo, oltre ad essere personale, è comunitario e collegiale. La sinodalità ecclesiale impegna dunque i teologi a fare teologia in forma sinodale, promuovendo tra loro la capacità di ascoltare, dialogare, discernere e integrare la molteplicità e varietà delle istanze e degli apporti» (n. 75).

I teologi devono andare oltre, cercare di andare oltre. Ma questo voglio distinguerlo dal catechista: il catechista deve dare la dottrina giusta, la dottrina solida; non le eventuali novità, di cui alcune sono buone, ma ciò che è solido; il catechista trasmette la dottrina solida. Il teologo si arrischia ad andare oltre, e sarà il magistero a fermarlo. Ma la vocazione del teologo è sempre quella di arrischiarsi ad andare oltre, perché sta cercando, e sta cercando di esplicitare meglio la teologia. Ma mai dare catechesi ai bambini e alla gente con dottrine nuove che non sono sicure. Questa distinzione non è mia, è di Sant’Ignazio di Loyola, che credo capisse qualcosa meglio di me!

Vi auguro dunque, in questo spirito di ascolto reciproco, di dialogo e di discernimento comunitario, in apertura alla voce dello Spirito Santo, un sereno e proficuo lavoro. I temi affidati alla vostra attenzione e perizia rivestono grande importanza in questa nuova tappa dell’annuncio del Vangelo che il Signore ci chiama a vivere come Chiesa a servizio della fraternità universale in Cristo. Essi infatti ci invitano ad assumere pienamente lo sguardo del discepolo, il quale, con stupore sempre nuovo, riconosce che Cristo, «proprio rivelando il mistero del Padre e del suo amore svela anche pienamente l’uomo a se stesso e gli manifesta la sua altissima vocazione» (Cost. past. Gaudium et spes, 22); e così Egli ci insegna che «la legge fondamentale dell’umana perfezione, e perciò anche della trasformazione del mondo, è il nuovo comandamento dell’amore» (ibid., 38). E ho usato la parola “stupore”. Credo che sia importante, forse non tanto per i ricercatori, ma certo per i professori di teologia: domandarsi se le lezioni di teologia provocano stupore in coloro che le seguono. È un bel criterio questo, può aiutare.

Cari fratelli e sorelle, vi ringrazio per il vostro prezioso servizio, davvero prezioso. Di cuore benedico ciascuno di voi e i vostri collaboratori. E vi chiedo per favore di pregare per me.

Credo che forse sarebbe importante aumentare il numero delle donne, non perché siano di moda, ma perché hanno un pensiero diverso dagli uomini e fanno della teologia qualcosa di più profondo e anche di più “saporito”. Grazie.

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