Audiencia a los jóvenes de la Acción Católica Italiana

15 de diciembre de 2022.- Esta mañana, en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a los jóvenes de la Acción Católica.

Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa había preparado para la ocasión y que entregado a los presentes:

Discurso del Santo Padre

Queridos muchachos de la ACR (Acierre), buenos días y bienvenidos.

Tengo el placer de encontrarme con vosotros en esta circunstancia prenavideña, tan esperada y deseada por todos vosotros. Venís de diferentes Regiones y os acompañan el Presidente Nacional de la Acción Católica Italiana, Giuseppe Notarstefano, el Asistente General, Mons. Gualtiero Sigismondi, el Responsable de la ACR y vuestros educadores. Les agradezco lo que hacen y, a través de ellos, quiero agradecer a todos los que trabajan por vuestro crecimiento humano y cristiano.

También hay palabras para acompañaros en este año asociativo. Pocos, pero fuertes. Estas son algunas palabras que Jesús dice a sus discípulos, a cada uno de nosotros: “Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones” (Mt 28,19). Es una petición que el Señor hace a todo cristiano en todo momento. Jesús usa un verbo fácil y esencial: «ir». Alguien podría pensar que para ser buenos cristianos es necesario ante todo reflexionar, meditar. En cambio, Jesús dice: ¡Ve! Es un verbo decisivo, porque transforma al discípulo en apóstol, lo hace misionero. Y ustedes también, queridos amigos, están llamados a ir, porque a Dios no le gusta que nos quedemos holgazaneando en el sofá; Él nos quiere en movimiento, en el camino, listos y dispuestos a arriesgarnos.

¡Vamos! Pero ¿a dónde, a quién? Hacia los demás, hacia -dice Jesús en el Evangelio- todos los pueblos, sin excluir a nadie. El Señor no quiere que pasemos nuestros días encerrados en nosotros mismos. Y este es un gran riesgo para un niño y una niña hoy en día: pasarse el día con la pantalla de un móvil delante de los ojos. No, nuestros ojos están hechos para mirar los de los demás. No están hechos para mirar hacia abajo a un mundo virtual que tenemos en nuestras manos, sino para mirar hacia el cielo, hacia Dios, y mirar a los ojos de quienes viven a nuestro lado. Nuestra mirada, nuestros ojos están hechos para transmitir la alegría de haber encontrado a Jesús, esa amistad que transforma la existencia, que nos hace abrazar la vida y nos permite descubrir su belleza. Porque, muchachos, es bueno seguir a Jesús; es hermoso descubrir el gran amor que Él tiene por cada uno de nosotros; es bonito aventurarse en el proyecto de felicidad que tiene pensado para mí, para ti, para todos; es lindo descubrir los dones que nos da con gran generosidad, las sorpresas que llenan de asombro y esperanza nuestra vida, que nos hacen crecer libres y felices.

Pero para esto hay que ir, y -ojo- no ir solos, sino juntos. Id, dice Jesús, en plural, a todos los discípulos juntos, no a cada uno individualmente. Para dar testimonio del amor de Jesús, uno debe «salir al campo» no individualmente, sino juntos, como grupo. En otras palabras, necesitamos “hacer equipo”, descubrirnos como hermanos y hermanas en un mundo que tiende a aislarnos, a dividirnos, a enfrentarnos; que te dice: «piensa en ti y no te preocupes por los demás». En cambio, el secreto es realmente cuidar de los demás. Y así también nos cuidamos. Partimos de aquí, de ver en cada persona no un adversario, sino un compañero, un hijo de Dios: este es el espíritu con el que vencer la indiferencia. Esto es lo que Jesús nos enseña con su mirada, que es una mirada de predilección. Todos son importantes para Él, pero hay algunos a los que Él ama de manera especial. ¿Sabes quién soy? No los ricos y los poderosos, no los que ya están en las portadas de las revistas de moda o en la televisión, sino los más pequeños, los pobres, los olvidados, los desechados, los que a nadie le importan. Pensar en ellos y en lo que necesitan, y no en lo que a nosotros nos falta, es el secreto para hacer de nuestro mundo, que tanto necesita de la paz, más bello, justo y pacífico. ¡Y por eso me encomiendo a vosotros, a vuestra visión de conjunto del futuro, a vuestra fuerza para seguir adelante y sobre todo a vuestra oración por la paz, que es poderosa y puede hacer grandes cosas!

No debemos tener miedo de salir al campo, de involucrarnos: «Ve – Jesús te repite todos los días – no te detengas y nunca tengas miedo, porque siempre estaré contigo». En verdad, Él está siempre a nuestro lado, en las buenas y en las tristes. La fiesta de Navidad, ya cercana, nos recuerda esto: que Dios entra en el mundo y nos da la fuerza para ir, para caminar con Él. En Navidad se unió a nosotros, se convirtió en nuestro compañero de viaje. Y nunca jamás nos abandonará. Él está ansioso por acompañarnos en nuestros eventos, en todas las vicisitudes de la vida, para ayudarnos a descubrir el sentido del camino, el sentido de la vida cotidiana, para darnos coraje en las pruebas y en el dolor. Para levantarnos después de cada caída y protegernos en medio de cada tormenta ¿No es lindo caminar con un Dios así, con un Dios que es nuestro amigo, el Amigo en quien siempre podemos confiar?

¡Así que adelante, queridos amigos! La vivacidad y los talentos que cada uno de ustedes tiene, todos los tenemos, nadie carece de grandes talentos, ¡no lo olvidemos! – ¡están disponibles para todos y dan fruto! Os deseo, junto con una santa Navidad, que deis testimonio cada día de esta esperanza. Y extiendo mis mejores deseos a vuestras familias ya toda la Acción Católica. Os bendigo a todos de corazón; y te pido un favor: no olvides rezar por mí. ¡Gracias!

Discorso del Santo Padre

Cari Ragazzi dell’ACR (Acierre), buongiorno e benvenuti!

Mi fa piacere incontrarvi in questa circostanza pre-natalizia, tanto attesa e desiderata da tutti voi. Venite da diverse Regioni e siete accompagnati dal Presidente Nazionale dell’Azione Cattolica Italiana, Giuseppe Notarstefano, dall’Assistente Generale, Mons. Gualtiero Sigismondi, dai Responsabili dell’ACR e dai vostri educatori. Li ringrazio per quello che fanno e, tramite loro, voglio dire grazie a quanti si adoperano per la vostra crescita umana e cristiana.

Ad accompagnarvi, in quest’anno associativo, ci sono anche delle parole. Poche, ma forti. Sono alcune parole che Gesù dice ai suoi discepoli, a ciascuno di noi: «Andate dunque e fate discepoli tutti i popoli» (Mt 28,19). È una richiesta che il Signore fa ad ogni cristiano in ogni tempo. Gesù utilizza un verbo facile ed essenziale: “andare”. Qualcuno potrebbe pensare che per essere dei bravi cristiani occorra soprattutto riflettere, meditare. Invece Gesù dice: Andate! È un verbo decisivo, perché trasforma il discepolo in apostolo, lo rende missionario. E anche voi, cari amici, siete chiamati ad andare, perché a Dio non piace quando stiamo a impigrirci sul divano; Lui ci vuole in movimento, in cammino, pronti e ben disposti a metterci in gioco.

Andate! Ma verso dove, verso chi? Verso gli altri, verso – dice Gesù nel Vangelo – tutti i popoli, senza escludere nessuno. Il Signore non vuole che trascorriamo le giornate restando chiusi in noi stessi. E questo è un grande rischio per un ragazzo e una ragazza oggi: passare le giornate tenendo davanti agli occhi lo schermo di un telefonino. No, i nostri occhi sono fatti per guardare quelli degli altri. Non sono fatti per guardare in basso un mondo virtuale che teniamo tra le mani, ma per alzare lo sguardo al cielo, a Dio, e per guardare negli occhi chi ci vive accanto. Il nostro sguardo, i nostri occhi sono fatti per trasmettere la gioia sperimentata dall’aver incontrato Gesù, quell’amicizia che trasforma l’esistenza, che ci fa abbracciare la vita e ci permette di scoprirne la bellezza. Perché, ragazzi, è bello seguire Gesù; è bello scoprire il grande amore che Lui nutre per ciascuno di noi; è bello avventurarsi nel progetto di felicità che ha pensato per me, per te, per ognuno; è bello scoprire i regali che ci fa con grande generosità, le sorprese che riempiono di stupore e speranza le nostre vite, che ci fanno crescere liberi e felici.

Ma per questo bisogna andare, e – notate – non andare da soli, ma insieme. Andate, dice Gesù, al plurale, a tutti i discepoli insieme, non a ciascuno isolatamente. Per testimoniare l’amore di Gesù, bisogna “scendere in campo” non individualmente, ma insieme, come gruppo. Bisogna, in altre parole, “fare squadra”, per scoprirci fratelli e sorelle in un mondo che tende a isolarci, a dividerci, a metterci l’uno contro l’altro; che ti dice: “pensa a te stesso e non preoccuparti degli altri”. Invece, il segreto è proprio prendersi cura degli altri. E così ci si prende cura anche di sé stessi. Si parte da qui, dal vedere in ogni persona non un avversario, ma un compagno di squadra, un figlio di Dio: ecco lo spirito con cui vincere l’indifferenza. Ecco che cosa ci insegna Gesù con il suo sguardo, che è uno sguardo di predilezione. Per Lui ciascuno è importante, ma ci sono alcuni che ama in modo particolare. Sapete chi sono? Non i ricchi e i potenti, non chi sta già sulle copertine delle riviste patinate o in televisione, ma i più piccoli, i poveri, i dimenticati, gli scartati, quelli di cui nessuno si cura. Pensare a loro e a quello che serve e a loro, anziché a quello che manca a noi, è il segreto per rendere più bello, giusto e pacifico il nostro mondo, che di pace ha tanto bisogno. E io per questo mi affido a voi, al vostro sguardo d’insieme sul futuro, alla vostra forza di andare e soprattutto alla vostra preghiera per la pace, che è potente e può fare grandi cose!

Non dobbiamo avere paura di scendere in campo, di metterci in gioco:“Vai – ti ripete Gesù ogni giorno – non fermarti e non spaventarti mai, perché io sarò sempre con te!”. Davvero, Lui è sempre al nostro fianco, nei momenti belli e in quelli tristi. La festa del Natale, ormai vicina, ci ricorda proprio questo: che Dio entra nel mondo e ci dona la forza di andare, di camminare con Lui.A Natale ci ha raggiunti, è diventato nostro compagno di viaggio. E mai e poi mai ci abbandonerà. Non vede l’ora di accompagnarci nelle nostre vicende, in tutte le vicende della vita, per aiutarci a scoprire il senso del cammino, il significato del quotidiano, per infonderci coraggio nelle prove e nel dolore. Per rialzarci dopo ogni caduta e proteggerci in mezzo a ogni tempesta.Non è bello camminare con un Dio così, con un Dio che è nostro amico, l’Amico del quale sempre fidarci?

Allora Andate, cari amici! La vivacità e i talenti che ciascuno di voi ha – tutti ne abbiamo, nessuno è privo di grandi talenti, non dimentichiamolo! – siano a disposizione di tutti e portino frutto! Vi auguro, insieme a un santo Natale, di testimoniare ogni giorno questa speranza. Ed estendo gli auguri alle vostre famiglie e all’intera Azione Cattolica. Vi benedico tutti di cuore; e vi chiedo un favore: non dimenticatevi di pregare per me. Grazie!

Un comentario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s