Viernes 1 de enero de 2016
Celebramos la solemnidad de Santa María Madre de Dios y el misterio de la maternidad divina de la Virgen María se ilumina a la luz de la encarnación del Verbo de Dios, dándonos a conocer el amor de Dios por la criatura que él creó a su imagen y semejanza. La encarnación nos descubre la verdadera identidad de Cristo como Hijo de Dios, y nos revela la dignidad del ser humano y su vocación: la llamada de Dios ofreciéndole en Cristo ser hijo de Dios.
Que Jesús sea el Hijo unigénito de Dios hecho carne revela la maternidad divina de la Virgen Madre, ya que de ella recibió el Hijo de Dios nuestra humana condición. María es verdaderamente la Madre de Dios, sin dejar de ser criatura de Dios. La antífona de entrada de la Misa saluda a María en su condición de «Virgen Madre del Rey que gobierna cielo y tierra por los siglos de los siglos». Dicen los santos Padres de la antigüedad cristiana que María no ignora el misterio divino que en ella se alberga, por eso “María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón” (Lc 2,19). San Beda el Venerable comenta el pasaje evangélico que hemos escuchado, y observa que María había leído en las Escrituras la profecía del Emmanuel: «Así veía que ella había nacido de la estirpe de David en Nazaret y que había concebido un hijo por obra del Espíritu Santo Y había leído en el profeta: “Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un nazareno brotará de sus raíces; reposará sobre él el Espíritu del Señor” […] Había leído en los profetas: “Mirad la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrá por nombre Emmanuel” […] Había leído que su nacimiento podría conocerlo sólo aquel a quien se lo revelase un ángel, tal como dijo Isaías: “¿Quién narró su nacimiento”» (Beda, Homilías sobre los evangelios 1,7).
Beda sugiere con este comentario que María meditaba si en ella y de qué modo se estaban cumpliendo las Escrituras. María medita en su corazón cuanto sucede, acoge las palabras del ángel destinadas a su Hijo y medita su lugar en aquel acontecimiento que sobrepasa el horizonte de su vida personal, destinada como estaba a ser esposa de José. Por eso «su fe es una fe doblemente activa: comprende y experimenta en su carne lo que cree» (F. Bovon, El evangelio según san Lucas I [Salamanca 1995] 192). María constata cuanto acontece en ella misma, como acuden presurosos los pastores a constatar en Belén cuanto les ha anunciado el ángel, para convertirse ellos mismos en anunciadores de lo sucedido, narrando a sus oyentes las maravillas acontecidas en el nacimiento de Jesús. Los pastores y María han recibido de boca del ángel la noticia de la salvación que ha de acontecer mediante la encarnación del Hijo de Dios y están llamados a anunciar lo que han visto y oído.
De esta manera María cree lo que en ella ha acontecido por obra del Espíritu Santo y hace suya la voluntad de Dios, el designio divino sobre ella, convirtiéndose en modelo de la fe según Abrahán, el padre de los creyentes, como dice san Pablo: “Apoyado en la esperanza, creyó [Abrahán] contra toda esperanza que llegaría a ser padre de muchos pueblos (…) Ante la promesa divina no cedió a la incredulidad, sino que se fortaleció en la fe, dando gloria a Dios, pues estaba persuadido de que Dios es capaz de hacer lo que promete; por lo cual le fue contado como justicia” (Rom 4,18a.20-21).
María es hija de Abrahán y en ella se consuma de modo perfecto el ideal creyente. La fe María es inseparable de su divina maternidad, aunque una y otra, la fe de María y su divina maternidad son obra de Dios, que la llenó de su gracia sin anular su libertad. María manifiesta su libertad preguntando por el misterio de su maternidad y acatando el poder creador de Dios. El ángel le dice: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer de ti se llamará Hijo de Dios” (Lc 1,35). María contesta al ángel: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).
Al celebrar hoy la maternidad divina de María, Madre de Jesús Salvador, pidamos a Santa María, verdadera Madre de Dios, que por su oración de intercesión en favor de los discípulos de su Hijo, derrame Dios sobre el mundo por medio de Cristo Jesús la paz y la fraternidad que el mundo necesita. Que por Cristo, a quien Dios ha constituido señor de todos los siglos, al comenzar el nuevo año, Dios “nos bendiga y nos proteja, ilumine su rostro sobre nosotros y nos conceda su favor, nos muestre su rostro y nos conceda la paz” (Núm 6,24-26).
✠ Adolfo González Montes
Obispo de Almería
Para profundizar con el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC), según las indicaciones del Directorio homilético:
CEC 464-469: Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre
CEC 495, 2677: María es la Madre de Dios
CEC 1, 52, 270, 294, 422, 654, 1709, 2009: nuestra adopción como hijos de Dios
CEC 527, 577-582: Jesús observa la Ley y la perfecciona
CEC 580, 1972: la Ley nueva nos libra da las restricciones de la Ley antigua
CEC 683, 689, 1695, 2766, 2777-2778: por medio del Espíritu Santo podemos llamar a Dios “Abba”
CEC 430-435, 2666-2668, 2812: el nombre de Jesús