Audiencia del Santo Padre a los miembros del Consejo directivo del Sindicato autónomo independiente «Solidarnosc» (Polonia)

4 de diciembre de 2019.– Esta mañana, antes de la audiencia general, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia en la sala adyacente al Aula Pablo VI a los miembros del Consejo directivo del sindicato autónomo independiente polaco «Solidarnosc», con ocasión del 40º aniversario de su fundación.

Ofrecemos continuación las palabras que el Papa ha dirigido a los presentes durante el encuentro:

Saludo del Santo Padre

Ilustres señoras y señores

Os doy mi cordial bienvenida y os agradezco esta visita, con motivo del 40 aniversario de la fundación del sindicato independiente y autónomo «Solidarnosc» en Polonia que como demuestra la historia reciente, ha sido protagonista de los cambios políticos y sociales en vuestro país y también ha desempeñado un papel inspirador más allá de sus fronteras.

Me congratulo por vuestro servicio en favor del bien común y de los diversos grupos profesionales en Polonia; y quiero recordar que la presencia de Dios acompaña las búsquedas sinceras que personas y grupos realizan por el bien, la verdad y la justicia (cf. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 71). Hace cuarenta años, san Juan Pablo II invocaba para sus compatriotas esta misma presencia de Dios y el soplo del Espíritu Santo, exclamando: «¡Baje tu Espíritu! ¡Y renueve la faz de la tierra. De esta tierra!» (Homilía, Varsovia, 2 de junio de 1979).

Un signo de apertura al Espíritu de Dios es la actitud de solidaridad con las personas privadas de sus derechos inalienables, solidaridad que se lleva a cabo en el campo del trabajo y del estudio, en las relaciones sociales, económicas, políticas e internacionales (cf. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 205). «La palabra «solidaridad» está un poco desgastada y a veces se la interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad» (ibíd., 188). Es una sensibilidad a la voz de los hermanos y hermanas que están privados del derecho a unas condiciones de trabajo decentes, a la justa recompensa necesaria para mantener a la familia, a la asistencia sanitaria o al descanso.

“En el diálogo con el Estado y con la sociedad, la Iglesia no tiene soluciones para todas las cuestiones particulares. Pero junto con las diversas fuerzas sociales, acompaña las propuestas que mejor respondan a la dignidad de la persona humana y al bien común.» (ibíd., 241). Hay que recordar que la condición para que se produzcan cambios positivos en las estructuras sociales es, ante todo, un cambio de mentalidad, de convicciones y de actitudes, al que las generaciones más jóvenes deben ser educadas. De otro modo, tarde o temprano, las nuevas estructuras ya no servirán al bien común, sino a grupos particulares, y se volverán corruptas, pesadas e ineficaces, e incluso dañinas (cf. ibíd., 189).

Pido a Dios los dones del Espíritu Santo para vosotros y para todos los miembros de vuestro sindicato, para que las iniciativas que emprendáis se inspiren siempre en la regla cristiana: «Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas» (Ga 6,2). Invoco la intercesión de la Madre de Dios, Reina de Polonia, deseando  la fructuosa perseverancia de vuestra  labor de asistencia y apoyo. ¡Que Dios os bendiga!

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