El Papa a los disidentes: la desobediencia no es la vía para renovar la Iglesia

5 de abril de 2012.- En la Homilía que pronunció esta mañana en San Pedro, durante la Misa Crismal, Benedicto XVI citó claramente la petición de los sacerdotes disidentes de Austria, en la que piden reformas y se abre la posibilidad al sacerdocio femenino. Al hablar de la «configuración con Cristo» del sacerdote, y de las dificultades para llevarla a cabo «en la situación a menudo dramática de la Iglesia de hoy», el Papa dijo: «Recientemente, un grupo de sacerdotes ha publicado en un país europeo una llamada a la desobediencia, aportando al mismo tiempo ejemplos concretos de cómo se puede expresar esta desobediencia, que debería ignorar incluso decisiones definitivas del Magisterio; por ejemplo, en la cuestión sobre la ordenación de las mujeres, sobre la que el beato Papa Juan Pablo II ha declarado de manera irrevocable que la Iglesia no ha recibido del Señor ninguna autoridad sobre esto».

«Pero la desobediencia, ¿es un camino para renovar la Iglesia?», se preguntó Ratzinger. «Queremos –añadió– creer a los autores de esta llamada cuando afirman que les mueve la solicitud por la Iglesia; su convencimiento de que se deba afrontar la lentitud de las instituciones con medios drásticos para abrir caminos nuevos, para volver a poner a la Iglesia a la altura de los tiempos. Pero la desobediencia, ¿es verdaderamente un camino?»

La referencia del Pontifice es a la llamada “Pfarrer-Initiative”, un «llamado a la desobediencia» en el que se piden urgentes reformas a la Iglesia y que fue firmado por 329 párrocos austriacos. Los que firmaron también involucraron otros grupos de base (como, por ejemplo, “Nosotros somos Iglesia”), que desde hace muchos años hacen peticiones semejantes a la Santa Sede, es decir la abolición del celibato para los sacerdotes de la Iglesia latina, la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar y el sacerdocio femenino. Los disidentes han amenazado en diferentes ocasiones con “misas” celebradas por laicos, en el caso de que no se acepten sus peticiones para ordenar sacerdotes a hombres casados o mujeres.

Benedicto XVI, después de haber citado este llamado, observó que, efectivamente, Jesús corrigió «las tradiciones humanas que amenazaban con sofocar la palabra y la voluntad de Dios», para despertar «nuevamente la obediencia a la verdadera voluntad de Dios, a su palabra siempre válida», en contra del arbitrio del hombre. Y desmintió que el llamado a la obediencia represente una defensa de la inmovilidad, de la rigidez y de la tradición. «no», explicó el Papa, «Mirando a la historia de la época post-conciliar, se puede reconocer la dinámica de la verdadera renovación, que frecuentemente ha adquirido formas inesperadas en momentos llenos de vida y que hace casi tangible la inagotable vivacidad de la Iglesia […] queda claro que la configuración con Cristo es el presupuesto y la base de toda renovación ».

Ratzinger después dijo que si la figura de Cristo a veces puede parecer «demasiado elevada y demasiado grande como para atrevernos a adoptarla como criterio de medida para nosotros», nos han dado «“traducciones” con niveles de grandeza más accesibles y más cercanos». Y citó «una gran multitud de sacerdotes santos, que nos han precedido para indicarnos la senda: comenzando por Policarpo de Esmirna e Ignacio de Antioquia, pasando por grandes Pastores como Ambrosio, Agustín y Gregorio Magno, hasta Ignacio de Loyola, Carlos Borromeo, Juan María Vianney, hasta los sacerdotes mártires del s. XX y, por último, el Papa Juan Pablo II que, en la actividad y en el sufrimiento, ha sido un ejemplo para nosotros en la configuración con Cristo, como “don y misterio”».

Son los santos, afirmó Benedicto XVI, los que nos indican «cómo funciona la renovación y cómo podemos ponernos a su servicio», explicándonos que «Dios no mira los grandes números ni los éxitos exteriores, sino que remite sus victorias al humilde signo del grano de mostaza». Po rello, el Papa recordó que en el pasado Consistorio diferentes cardenales «han hablado de un analfabetismo religioso que se difunde en medio de nuestra sociedad tan inteligente. Los elementos fundamentales de la fe, que antes sabía cualquier niño, son cada vez menos conocidos. Pero para poder vivir y amar nuestra fe, para poder amar a Dios y llegar por tanto a ser capaces de escucharlo del modo justo, debemos saber qué es lo que Dios nos ha dicho; nuestra razón y nuestro corazón han de ser interpelados por su palabra. El Año de la Fe, el recuerdo de la apertura del Concilio Vaticano II hace 50 años, debe ser para nosotros una ocasión para anunciar el mensaje de la fe con un nuevo celo y con una nueva alegría. Naturalmente, este mensaje lo encontramos primaria y fundamentalmente en la Sagrada Escritura, que nunca leeremos y meditaremos suficientemente. Pero todos tenemos experiencia de que necesitamos ayuda para transmitirla rectamente en el presente, de manera que mueva verdaderamente nuestro corazón».

(Vatican Insider)

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