16 de mayo de 2022.- El Papa habló esta mañana con los rectores de trece universidades sobre la pandemia, la propagación de la «tercera guerra mundial en pedazos» en Europa, la cuestión medioambiental global, el crecimiento de las desigualdades y les aseveró que este “momento histórico concreto” es un desafío para los ateneos, que los llama de forma acelerada y sin precedentes a una tarea de gran responsabilidad.
Además, mencionó el Pacto Mundial por la Educación, un proyecto de “trabajo conjunto a escala mundial, donde además participan las grandes religiones”. El Documento sobre la Fraternidad humana en AbuDhabi fue firmado con este mismo Espíritu, dijo el Papa a los rectores de las trece universidades públicas, estatales y no estatales, de Roma y del Lacio, reunidos en la Coordinación Regional de las Universidades del Lacio con los representantes de la Región.
Esta tarea de gran responsabilidad que afrontan las universidades es un reto con una “fuerte implicación cultural, intelectual y moral”, puesto que este escenario puede provocar en los jóvenes un clima de “desánimo y desconcierto, de pérdida de confianza, y lo que es peor, de adicción”. Sin embargo, como dijo Francisco, los jóvenes se defienden y piden que las universidades realicen “una gran inversión educativa”, de allí el desarrollo del Pacto Mundial por la Educación y aseveró:
“Por eso se está desarrollando el Pacto Mundial por la Educación, es un proyecto de trabajo conjunto a escala mundial, en el que participan muchas partes interesadas, desde las grandes religiones hasta las instituciones internacionales, pasando por las instituciones educativas individuales”.
Con este mismo espíritu se firmó el documento sobre la fraternidad humana en Abu Dhabi el 4 de febrero de 2019, dijo el Papa, un documento en el que: ”acordamos que nos importa una educación integral que se resume en el conocimiento de uno mismo, del hermano, de la creación y de la Trascendencia».
El Santo Padre dijo a los rectores que este es “el horizonte de la paz, que hoy reclamamos con razón y por el que rezamos intensamente, y por tanto del desarrollo verdadero e integral, que no puede construirse sino con sentido crítico, libertad, sana confrontación y diálogo”.
Hay mucho que hacer, señaló, para asegurar el desarrollo tecnológico y científico, pero también para garantizar la sostenibilidad humana. El Papa instó a los rectores a replantearse los modelos económicos, culturales y sociales, como lo exigen los grandes cambios, para recuperar el “valor central de la persona humana”:
“El término «universidad» designa una comunidad, pero también una idea de convergencia de conocimientos en una búsqueda que proporciona verdad y sentido al diálogo entre todos los hombres y mujeres del mundo».
De allí que el servicio de las universidades es importante, afirmó e instó a los rectores a que cada ateneo, “con sus propias características”, pueda repensar y adaptar “nuestros modelos de desarrollo, reuniendo las mejores energías intelectuales y morales”. Es una exigencia que la piden los estudiantes, dijo el Papa, como lo demuestra la gran movilización de jóvenes estudiantes de doctorado e investigadores en economía, coordinados por profesores de sus universidades, que tienen como objetivo «construir respuestas nuevas y eficaces, superando viejas incrustaciones ligadas a una cultura estéril de competencia por el poder». Porque, como afirmó el Pontífice, los estudiantes no se conforman con la mediocridad, con la mera repetición de datos, ni siquiera con una formación profesional sin horizonte.
Francisco pidió además a los rectores que no dejen de escuchar a los estudiantes, a los colegas y a los compañeros; que escuchen las realidades sociales e institucionales, las realidades vecinas y globales, porque la universidad no tiene fronteras: el conocimiento, la investigación, el diálogo y la confrontación no pueden sino superar todas las barreras y ser «omnipresentes»:
“También está el valor de la imaginación y de la inversión, para un desarrollo humano de la investigación, para formar a jóvenes capaces de aportar algo nuevo al mundo del trabajo y de la sociedad; para formarlos también en el respeto: respeto a uno mismo, respeto al prójimo, respeto a la creación y respeto al Creador”.
Por último, Francisco pidió a los rectores que al momento de pensar en la promoción de la excelencia en los estudios y la investigación, que estén atentos también con quienes merecen y tienen derecho al estudio y la formación, incluso quienes carecen de medios, y los alentó a continuar con el “encomiable compromiso de acoger a estudiantes, investigadores y profesores víctimas de la persecución, la guerra y la discriminación en diversos países del mundo”:
“Que estimulen en muchos las formas de «aprendizaje-servicio» a la comunidad, para que, midiéndose con la pobreza y las periferias existenciales y sociales, den más sentido y valor a su formación universitaria, nunca desligada de la vida de las personas y de la sociedad”.
Y con base en la “intencionalidad propia de la institución universitaria, en el compromiso convergente de docencia, investigación, diálogo y confrontación con la sociedad”, el Papa espera que estas universidades “sean comunidades vivas, transparentes, activas, acogedoras, responsables, en un clima fructífero de cooperación, intercambio y diálogo, valorando a todos y a cada uno. Que lean y afronten este cambio de época con reflexión y discernimiento, sin prejuicios ideológicos, sin miedos ni huidas, o peor, conformismo”.
Tras recordar el próximo Jubileo de 2025, Francisco les recordó que «tres años después de la primera celebración del Jubileo, en 1300, se estableció el Studium Urbis, como para mostrar en la práctica y reafirmar la relación nativa entre la Iglesia y la institución universitaria, una de las expresiones más antiguas y paradigmáticas de la civilización europea, que luego se desarrolló en todo el mundo».
Esta antigua y consolidada relación, en distinción y cooperación, dijo, estamos llamados a desarrollarla y proseguirla en la construcción responsable y sostenible de vías de desarrollo. Para ello, el lema del próximo Jubileo de 2025, «Peregrinos de la esperanza», puede expresar entonces este compromiso convergente, la tensión hacia objetivos compartidos de vida, bondad y fraternidad, afirmó.
VATICAN NEWS
Discorso del Santo Padre
Illustri Signore e Signori,
do il mio benvenuto a voi, Rettori dei tredici Atenei pubblici, statali e non statali, di Roma e del Lazio, raccolti nel Coordinamento Regionale delle Università del Lazio con i rappresentanti della Regione. Saluto il presidente, professor Stefano Ubertini, Rettore dell’Università della Tuscia, e lo ringrazio delle cortesi parole di presentazione.
Alle Università, in questo particolare momento storico, è affidato un compito di grande responsabilità. Gli anni della pandemia, il diffondersi in Europa della “terza guerra mondiale” che è incominciata a pezzi e adesso sembra che non sarà a pezzi, la questione ambientale globale, la crescita delle diseguaglianze, ci sfidano in modo inedito e accelerato. Una sfida che ha una forte implicazione culturale, intellettuale e morale. Questo scenario sta davanti alle giovani generazioni, rischiando di generare un clima di scoramento, e di smarrimento, di perdita di fiducia, peggio ancora: di assuefazione. Dobbiamo dirci la verità: siamo in crisi. E la crisi non è una cosa brutta, non è una cosa cattiva: la crisi è buona, perché la crisi ci fa crescere, ci fa fare opzioni per crescere. Il pericolo è quando la crisi si trasforma in conflitto: il conflitto è chiuso e distrugge. Ma dobbiamo imparare a vivere in crisi, come adesso, e a portare avanti i giovani che sono nelle nostre università, insegnando loro a vivere in crisi e a superare le crisi. Questa è una delle cose più belle che si possano fare: come vivere la crisi e superare la crisi, perché non si trasformi in conflitto.
Ma i giovani non ci stanno, e ci richiamano alle nostre responsabilità. Allora è proprio questo il momento di un grande investimento educativo. Per questo si sta sviluppando il Global Compact on Education, ovvero un progetto di lavoro comune su scala globale, che coinvolge tanti interlocutori, dalle grandi religioni alle istituzioni internazionali, alle singole istituzioni educative. Firmando in questo spirito il documento sulla fratellanza umana ad Abu Dhabi il 4 febbraio 2019, abbiamo convenuto che «ci sta a cuore una formazione integrale che si riassume nel conoscere sé stessi, il proprio fratello, il creato e il Trascendente».
È questo, in concreto, l’orizzonte della pace: una formazione universitaria umana e universale, sul concreto. A volte, alcune università – penso ad alcune che ho conosciuto – portano avanti l’eredità universitaria dell’illuminismo, che è riempire di idee la testa, fare dei “macrocefali”, e questo non aiuta. Si deve educare col linguaggio della testa, del cuore e delle mani, e così si cresce nella società. Questo, in concreto, è l’orizzonte della pace che oggi giustamente reclamiamo e per cui preghiamo intensamente, e dunque dello sviluppo vero e integrale, che non si può costruire se non con il senso critico, la libertà, il sano confronto e il dialogo. E queste quattro cose non si possono fare senza libertà. Siamo qui alla base dell’idea stessa di Università e del ruolo che questa istituzione non può non avere, oltre le barriere e i confini.
In effetti, c’è molto da fare, per assicurare lo sviluppo tecnologico e scientifico, certamente, ma anche per garantirne la sostenibilità umana. I grandi cambiamenti chiedono di ripensare i nostri modelli economici, culturali e sociali, per recuperare il valore centrale della persona umana.[1] E «il termine stesso “università” designa una comunità, ma anche un’idea di convergenza di saperi, in una ricerca che fornisca verità e senso al dialogo tra tutti gli uomini e le donne del mondo».[2]
È dunque veramente importante il servizio che l’università può dare; che potete dare voi e gli Atenei che rappresentate, ciascuno con le proprie caratteristiche, per ripensare e adeguare i nostri modelli di sviluppo, facendo convergere le migliori energie intellettuali e morali. Gli studenti non si accontentano della mediocrità – la sfruttano, ma non si accontentano –; non si accontentano di una mera riproposizione di dati, nemmeno di una formazione professionale senza orizzonte. Lo dimostra, ad esempio, la grande mobilitazione di tanti giovani dottorandi e ricercatori sull’economia, coordinati da docenti di vostre Università, proprio con l’obiettivo di costruire risposte nuove ed efficaci, superando vecchie incrostazioni legate a una sterile cultura della competizione di potere.
Non vi manchi mai lo sforzo di ascoltare, le studentesse e gli studenti, i colleghi e le colleghe – quest’atmosfera di dialogo, non manchi questo –; ascoltare la realtà sociale e istituzionale, quella vicina e quella globale, perché l’università non ha frontiere: il sapere, la ricerca, il dialogo, il confronto non possono che superare ogni barriera ed essere “a tutto campo”.[3] Per favore, non vi manchi pure il coraggio dell’immaginazione e dell’investimento, per uno sviluppo umano della ricerca, per formare giovani capaci di portare qualcosa di nuovo nel mondo del lavoro e nella società; formarli anche al rispetto: rispetto di sé stessi, rispetto del prossimo, rispetto del creato e rispetto nei confronti del Creatore.
E nel promuovere l’eccellenza degli studi e della ricerca, vi esorto a vigilare perché tutti coloro che lo meritano e non ne hanno i mezzi possano esercitare in pieno il loro diritto allo studio e alla formazione. E così pure a portare avanti il lodevole impegno di accogliere studenti, ricercatori e docenti vittime di persecuzioni, guerre, discriminazioni in diversi Paesi del mondo. Possiate stimolare in molti le forme di “apprendimento-servizio” alla comunità, affinché, misurandosi con le povertà e le periferie esistenziali e sociali, diano ulteriore senso e valore alla loro formazione universitaria, mai disgiunta dalla vita, e mai disgiunta dalle persone, e mai disgiunta dalla società.
Ritorniamo così all’intenzionalità propria dell’istituzione universitaria, nell’impegno convergente della didattica, della ricerca, del dialogo e del confronto con la società. Auspico che le vostre siano comunità vive, comunità trasparenti, attive, accoglienti, responsabili, in un clima fruttuoso di cooperazione, di scambio e di dialogo, valorizzando tutti e ciascuno. Che possiate leggere e affrontare questo cambiamento di epoca con riflessione e discernimento, senza pregiudizi ideologici, senza paure o fughe, o, peggio, conformismi. E su questo mi raccomando di stare attenti alle ideologie. Le ideologie distruggono perché ci fanno vedere una sola strada e chiudono il panorama universale. Le ideologie distruggono l’umanità di una persona, le tolgono il cuore, le tolgono la capacità poetica, la creatività. Oggi ce ne sono tante: bisogna stare attenti a non cadere in questi atteggiamenti ideologici che distruggono, fanno tanto male. Anche nella Chiesa ne abbiamo, tante ideologie, a volte, che non fanno bene.
Mancano pochi anni al Giubileo del 2025. Ricordiamo che proprio tre anni dopo la prima celebrazione giubilare del 1300 fu istituito lo Studium Urbis, quasi a mostrare in pratica e ribadire il rapporto nativo tra la Chiesa e l’istituzione universitaria, una delle più antiche e paradigmatiche espressioni della civiltà europea, di qui poi sviluppatasi nel mondo. Questo antico e consolidato rapporto, nella distinzione e nella cooperazione, siamo chiamati a sviluppare e traguardare nella costruzione responsabile e sostenibile dei percorsi di sviluppo.
Il motto del prossimo Giubileo del 2025, Pellegrini di speranza, può allora esprimere questo impegno convergente, la tensione verso traguardi condivisi di vita, di bene e di fraternità. È il mio augurio e il mio ringraziamento al Comitato Regionale di Coordinamento delle Università del Lazio. Vi accompagno con la mia benedizione e la preghiera. E anche voi, per favore, non dimenticatevi di pregare per me. E se qualcuno di voi non prega perché non può, non sa o non se la sente, almeno mi mandi buone onde: ne ho bisogno! Grazie.
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[1] Discorso all’Università Roma Tre, 17 febbraio 2017.
[2] Discorso a docenti e studenti della Libera Università Maria Santissima Assunta, 14 novembre 2019.
[3] Cfr Cost. Ap. Veritatis gaudium, Proemio.